Sobre el Proyecto
En el verano de 2024, tomó forma un proyecto arraigado en la memoria y la resistencia. Durante cinco semanas, los estudiantes de Pitzer College Alexander Rodríguez ‘24 (Taíno) y Jansikwe Medina-Tayac ‘25 (Piscataway/colombiana), junto con taína practicante cultural, Irka Mateo, se reunieron y realizaron entrevistas en video con diez mujeres Afro Indígenas en San Juan de la Maguana, República Dominicana; una región de valle que alguna vez fue hogar de uno de los cacicazgos taínos más poderosos, Maguana. Este proyecto fue posible gracias a una beca de Davis Projects for Peace y al apoyo financiero del Community Engagement Center de Pitzer College.
Las semillas del proyecto Mama Ceiba fueron sembradas en nuestras primeras conversaciones. Juntas, compartimos historias de nuestras comunidades: sobre la estigmatización que enfrentan quienes practican tradiciones culturales afro indígenas y nativo americanas, y sobre el machismo, el colorismo, el racismo y el clasismo que soportan las mujeres que siguen encarnando y protegiendo estas prácticas.
Los tres fuimos criados por mujeres indígenas fuertes: madres, abuelas y tías que nos enseñaron a mantenernos con los pies en la tierra, a vivir en comunidad, a conectarnos con la madre tierra y a orar a nuestras ancestras y ancestros. Sin embargo, rara vez vimos a estas mujeres ser reconocidas públicamente por su fuerza, sabiduría o por su papel como pilares de resiliencia. Sabemos que ellas han sido —y siguen siendo— las guardianas de conocimientos que el colonialismo y el patriarcado han intentado borrar desde hace siglos.
Metedologías
Recordar es resistir. Esta sencilla frase encapsula el espíritu que guía Mama Ceiba. A través de la integración del ritual, los sueños, la historia oral y la recreación, la película rechaza la lógica colonial que busca fragmentar, historizar o borrar la vida indígena. Al igual que las películas que la inspiraron, Mama Ceiba abraza la cámara no como un ojo externo, sino como una colaboradora en el acto de la memoria cultural. Al hacerlo, no ofrece solo un registro de lo que fue, sino una visión de lo que continúa y de lo que debe ser protegido.
Participación Comunitaria
El Proyecto Mama Ceiba está basada en principios informados por metodologías indígenas y enfoques de investigación con participación comunitaria. Como afirma Margaret Kovach en Indigenous Methodologies: Characteristics, Conversations, and Contexts, las epistemologías indígenas son rigurosas, relacionales y están profundamente enraizadas en la tradición oral y la narración de historias. Su marco metodológico enfatiza que el conocimiento no es una propiedad que se posee, sino un don que se comparte a través de las relaciones, y que quienes investigan tienen una responsabilidad ética con las comunidades con las que trabajan.
Un proyecto que refleja este enfoque es The Healers Project, una iniciativa de historia oral decolonial que documenta el conocimiento de mujeres sanadoras indígenas y afrodescendientes del Caribe mediante un enfoque multimedia. Las investigadoras Dr. Ana-Maurine Lara y la Dra. Alaí Reyes-Santos afirman en su sitio web que buscan “interrogar e interrumpir la mirada colonial que históricamente ha vilificado y menospreciado a nuestras ancestras como ‘ignorantes’, ‘simples’ o ‘primitivas’”, creando una plataforma en la que las comunidades afroindígenas del Caribe sean reconocidas y valoradas como productoras primarias de conocimiento. Basado en la rendición de cuentas relacional y en la producción participativa del saber, The Healers Project rechaza los modelos de investigación occidentales que posicionan al investigador como experto. En su lugar, pone en el centro a las propias sanadoras como voces de autoridad, asegurando que su conocimiento se registre de manera que refleje su experiencia vivida y su sabiduría.
Mama Ceiba encarna este marco metodológico a través de historias orales intergeneracionales y una ética profundamente relacional. Antes de filmar o realizar entrevistas, compartimos tiempo significativo con cada mujer: comiendo juntas, visitando sus hogares, orando y simplemente estando en comunidad. Estos momentos permitieron que la confianza surgiera de forma orgánica y garantizaron que cada entrevista estuviera fundamentada en una conexión genuina. Cada mujer fue compensada y honrada no solo económicamente, sino también con regalos culturalmente significativos como mangos banilejos y casabe. Estas ofrendas no fueron transacciones, sino expresiones de confianza y parentesco, cultivadas a lo largo de décadas por Irka Mateo, cuya presencia continua en la región sentó las bases para un compromiso ético.
En contraste con los modelos etnográficos extractivos, Mama Ceiba afirma formas indígenas de conocimiento basadas en el respeto mutuo, el cuidado y la responsabilidad colectiva.
Soberanía Digital
Además de cuestionar los sistemas de conocimiento occidentales, Mama Ceiba busca afirmar la soberanía tecnológica y digital de las mujeres afroindígenas en la República Dominicana. En Contesting Digital Colonial Power, Sullivan y McLean retoman el concepto de ciudadanía digital de Akwugo Emejulu, definiéndola como “un proceso mediante el cual individuos y grupos analizan críticamente las consecuencias sociales, políticas y económicas de las tecnologías en la vida cotidiana, y deliberan y actúan colectivamente para construir tecnologías y prácticas tecnológicas alternativas y emancipadoras” (2020, 216). La ciudadanía digital va más allá del simple acceso a tecnologías digitales o la participación en espacios digitales; implica tener la agencia y la autoridad para moldear esos espacios de maneras que sean significativas y estén alineadas con la historia, los valores y los objetivos autodeterminados de una comunidad.
Sullivan y McLean también destacan la lucha constante contra la desinformación y la tergiversación de los pueblos aborígenes en los espacios digitales. Subrayan que la lucha contra el colonialismo digital implica tanto la afirmación de los derechos indígenas a la autodeterminación como el enfrentamiento a los estereotipos dañinos, narrativas falsas y procesos de borrado de identidades indígenas que predominan en los medios digitales dominantes (2020, 214). Un eje fundamental de esta lucha es cuestionar la desinformación persistente que representa a los pueblos indígenas de manera reduccionista, desactualizada o inexacta, perpetuando ideas coloniales sobre sus culturas e historias.
Al ofrecer una representación propia en plataformas digitales, Mama Ceiba responde a esta violencia simbólica. Carmen, junto con las demás mujeres entrevistadas, participan activamente en estos espacios digitales para ofrecer una representación auténtica de su experiencia vivida y su memoria ancestral. Al hacerlo, el proyecto desafía los estereotipos negativos y las narrativas coloniales que les han sido impuestas históricamente desde fuera.
Temporalidades Decoloniales
Un aspecto clave de la estructura de Mama Ceiba es su fundamento en la temporalidad indígena: la integración del pasado, presente, futuro, los sueños y el mundo espiritual dentro de una narrativa no lineal. Como escribe Mark Rifkin en Beyond Settler Time, este enfoque reconoce una “multiplicidad temporal”: la coexistencia de distintos ritmos y duraciones que no necesitan medirse bajo los marcos temporales coloniales (2017, 4). En este proyecto, abrazamos temporalidades no lineales al entrelazar la presencia de ancestras y ancestros, sueños proféticos y planos espirituales que trascienden las concepciones convencionales del tiempo.
En muchos sistemas de conocimiento indígena, los sueños no se descartan como ficciones privadas o inconscientes, sino que se honran como fuentes legítimas de sabiduría ancestral, memoria histórica e instrucción espiritual. Como afirma Erica Neeganagwedgin, soñar en contextos indígenas es una forma válida y poderosa de generar conocimiento que desafía las definiciones coloniales de verdad e historia. Ella sostiene que, a través de los sueños y las tradiciones orales, las comunidades indígenas mantienen “relaciones directas con sus ancestros e historias” que los archivos coloniales no pueden contener (2013, 327). Las mujeres entrevistadas por Neeganagwedgin hablaron de los sueños y la espiritualidad como componentes esenciales para su supervivencia, resistencia y sanación. Una de ellas, Suina, afirma: “La parte espiritual de todas nosotras sirve como medio de conexión con nuestras ancestras y protege la manera en que tratamos a los demás y a todo lo que nos rodea,” añadiendo que este tipo de conocimiento “pertenece al mundo de la narración oral y el soñar” (2013, 330). En este sentido, los sueños representan una vía para recuperar enseñanzas ancestrales que han sido sistemáticamente desvalorizadas o reprimidas.
Este entendimiento también se manifiesta con fuerza en el contexto del Área Protegida Indígena Walalkara en Australia, donde el soñar —conocido como Tjukurpa— es fundamental para el bienestar de la comunidad y su relación ecológica con el territorio. Como explica Langaliki Robin, el Tjukurpa se “lleva siempre” al viajar, trabajar y enseñar. Conecta a las personas con la tierra y entre sí, “guiando las relaciones con plantas, animales, lugares y personas… en un tiempo no lineal y continuo” (2022, 45). El conocimiento contenido en estas líneas de sueños se renueva a través del ritual, la narración oral y las prácticas territoriales, formando lo que Robin y sus coautores describen como una “geografía ancestral” que rige tanto la identidad cultural como el manejo del territorio (2022, 46–47).
Ritual Como Resistencia
Otro elemento fundamental de Mama Ceiba es la comprensión del ritual como una práctica que protege la memoria histórica y encarna la resistencia. La repetición de ceremonias, oraciones, cantos, danzas y otras prácticas espirituales funciona como una forma de rechazo activo frente al borrado cultural. Estos actos no son simplemente representaciones, sino declaraciones de presencia, supervivencia y continuidad. Recordar en comunidad, decir verdades en voz alta y documentar estos momentos en video se convierte en una manera de resguardar la memoria colectiva y fortalecer el derecho de la comunidad a reclamar su propia historia.
En su libro Indianizing Film, Freya Schiwy argumenta que el video indígena desafía las distinciones occidentales entre documentación y performance, transformando el acto de filmar en una práctica ceremonial y política. En lugar de tratar a la cámara como una observadora neutral, lxs cineastas indígenas la entienden como una participante activa dentro del ritual. Schiwy escribe que “la representación y la puesta en escena de múltiples formas de transmisión del conocimiento por parte de la comunidad frente a la cámara se funden en el proceso audiovisual” (2009, 173). Esta fusión desdibuja la línea entre la recreación y el ritual en tiempo real, permitiendo que la cámara se convierta en un canal a través del cual el conocimiento ancestral es recordado, encarnado y transmitido. Así, la puesta en escena del ritual ante la cámara se convierte en un acto deliberado de preservación, asegurando que las prácticas ceremoniales no solo se mantengan vivas dentro de la comunidad, sino que también se archiven de manera que reflejen cosmovisiones indígenas y formas relacionales de conocer.
De manera crucial, este acto performativo también afirma la memoria histórica y colectiva frente a los procesos de borrado colonial. Como señala Schiwy, estas películas resisten la lógica del archivo colonial, que a menudo busca contener o fijar la vida indígena como algo del pasado. En cambio, la representación audiovisual del ritual se enmarca dentro de un proceso más amplio de “indigenización del cine”, en el que el video se integra a sistemas existentes de transmisión cultural como el tejido, la narración oral y la ceremonia (2009, 184). A través de este proceso, la performance del ritual ante la cámara recupera y afirma la autoridad de los pueblos indígenas sobre sus historias, cosmovisiones y futuros.